Garabato
.Escultura de Antoni Tàpies. Fundación Antoni Tàpies, Barcelona
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Garabato.– Mi cabeza es un garabato. El psicólogo de la Seguridad Social dice que tengo el pensamiento desestructurado. Yo no sé lo que es eso, le digo, y entonces me dice que es una clase de pensamiento disgregado o pensamiento incoherente, basado en la circunstancialidad, una especie de pensamiento prolijo, incapaz de ordenar las ideas. O sea, que tengo un reburujón en la cabeza. Y el muy imbécil me dice que sí y me firma la papela para que vaya al psiquiatra. Entonces voy y se lo cuento al Celebro, uno de mi barrio que sabe. Me dice, ¡Hey, chaval!, nada de etiquetas, nada de colgarte nombrecitos raros de la jerga de los locos ¿vale? Vale. Nada de terapias ni nada de nada de psicólogos ni psiquiatras, ¿vale? Vale. Ni reburujones ni garabatos, tú vas a ir de tío complejo, ¿vale? Y si vez que no funciona, vas de posmoderno. O sea, de tío que se siente perdido, confundido y que finge no entender nada de lo que ocurre a su alrededor y que le da igual ocho que ochenta y que pasa de política y de pensar en la humanidad, ¿vale? Vale, le dije y funcionó. Ahora, hay que ver cómo son las cosas, me he convertido en un tipo interesante. Juan Yanes
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Las amorosas crueldades
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Las amorosas crueldades.- A veces hablábamos con una pasmosa crueldad despojados del beso en esta ventana abierta a la noche cuando me odiabas más y rompías los bordes las orillas a las que yo arribaba después de un hipotético viaje a descansar muerto de hartura de ti esperando con las carnes abiertas ya vencido a que bajaras al fin los labios a comer de esta memoria débil de algunos momentos de placer que recuerdo como puñales o palabras con las que olvido la piel sobre la que escribo esas ínfimas prolongadas quejas que hablábamos como pequeños quejidos que se van juntando en los días siglos eras geológicas quejitas tiempo de la vida tan terriblemente próximo tan corto tan pegado tan vasto lejano que tú ya no puedes manejar a tu antojo como cuando administrabas los mares de ventanas que son el deseo que no se alcanza porque estamos encerrado en casa definitivamente para destruirnos mejor ahora que es el orto del cuarto menguante y todo está despojado de besos y lleno de las amorosas crueldades de las que hablamos a veces como si apenitas recordáramos nuestro propio amor. Juan Yanes
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