Tráeme a Madame Bovary
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Tráeme a Madame Bovary
Tráeme a Madame Bovary, por favor. ¿Me oyes? Ma-da-me-Bo-va-ry. Sí, sí. Madame Bovary. Yo no puedo estar todo el día esperando que vengan, tú tienes que ir o subir las cosas y eso mismo le digo a tu padre, ¿me entiendes? Ya sé que estás sobrecargada. ¿Ah, sí? ¿Ya lo sabes? Perdón, ¿qué me dijiste que te trajera? Madame Bovary, tío, parece que estás tonto. Pero no es eso lo que yo quería decirte, precisamente hoy he estado con una gente que hablaban del problema y no se quejaban, lo veían como algo normal. ¿Ves? hay gente así. Paso. ¿Cómo que pasas? No puedes pasar. Que sí, que paso, que no puedo tener la cabeza en veinte sitios, ¿me entiendes?… ¿Madame Bovary era de Gustave Flaubert, verdad? ¡Jesús, lo que pregunta este! Es que los tengo ordenados por… Sí anda, anda, tráeme ya de una vez a Madame Bovary.
Juan Yanes
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A los que pasan porque tienen la cabeza en veinte sitios, habría que pedirles que los pusieran por escrito. Para su vergüenza. El otro día, un colega me decía «Es que soy muy malo para los nombres». Oye, le dije, ¿cómo se llama esa rubia que sale mucho en televisión y que tiene una hija con un torero? «¿Belén Esteban?». Esa, le dije. Pues no eres tan malo para los nombres; lo que pasa es que tienes otras prioridades. Yo hasta que hace dos meses me corrigieron en una de las pocas veces que la he nombrado, la llamaba Belén Estébanez.
Tu foto-diálogo es una delicia para el despertar.
Este pequeño fragmento de conversación está cogido tal cual. De pronto fui a buscar a Madame Bovary y me era imposible recordar a don Gustavo… Yo con Belén Estrada me equivoco adrede, también. Un abrazo