Los tiempos del verbo amar
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Los tiempos del verbo amar
Ahora que hace frío, te vas por las calles como un desgarro, sin decir adiós. Es esa forma tan difícil de amar. Tendría que darte algunas quejas, porque a los dos lados de la orografía de tu cuerpo, de tus senos frutales, solo puedo acceder por la memoria febril del tacto; debería también protestar por los usos que ilustran las infinitas formas de soledad en la que te mueves, o te refugias, o escondes. Pero yo te amo, porque estás hecha de sucesivos candores e inocencias y el filtro de tu boca se desvanece antes de llegar a los labios, como un surco, como una señal. No cantas, pero tendida sobre ti misma eres el inquietante origen del mundo de Courbet, anterior al vertiginoso paso de las horas y el deseo.
Juan Yanes
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