La rendija
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La rendija
En las casas viejas todo eran rendijas. Ahora, en estas asépticas casas modernas es difícil encontrar una. Sin rendijas no hay infancia, porque la infancia es una larga impostura basada en la estrecha vigilancia de los mayores a través de las rendijas: aquellas sábanas manchadas de sangre que sacaban a escondidas del cuarto de mi madre; las discusiones de los abuelos que dormían en habitaciones diferentes; mi tía loca, que suspiraba incesantemente invocando al Sagrado Corazón de Jesús, arrodillada delante de un cuadro que representaba a un hombre joven con barba, guapísimo, sosteniendo entre sus manos la víscera cordial atravesada por un puñal y goteando sangre… Todo era visto por aquellos ojos, registrado por la mirada de aquella infancia definitivamente perdida entre rendijas.
Juan Yanes
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La curiosidad infantil, la atracción inevitable del precoz observador que no se erige como voyerista, sino como un oculto mirón de lo que no sabe y le asombra se refleja en las líneas de este relato breve de Juan Yanes. Cada rendija, una ganancia y una pérdida de ese estadio pueril desarrollado en la concordancia de las ideas que expresa el autor con mucho acierto y belleza, no desprovista de una velada tristeza.
Tiene algo de literario y de autobiográfico. Creo que es Antonio Tabucchi el que defiende una especie de teoría de la infancia como estado de máxima sospecha. Literariamente es más jugosa una infancia así que otra idílica. Yo recuerdo mi infancia, que fue una infancia feliz, como una prolongada impostura… Gracias Nancie, por su penetrante comentario.