El aburrimiento de los cipreses
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El aburrimiento de los cipreses
A los poetas tristes les gustan los cipreses desde que el aburridísimo poeta triste Gerardo Diego escribiera aquel soneto, cuyo primer verso nos hacía repetir la refinada profe de literatura durante el bachillerato, como el súmmum de los endecasílabos heroicos, en segunda, sexta y décima, a ver niños repitan, decía y recitábamos sin entonación alguna, “Enhiesto surtidor de sombra y sueño”, como si estuviéramos canturreando aquella monodia de la tabla de multiplicar y entonces la profe fingía entrar en un estado de conmoción endógena general ante nuestra falta de cultura y sensibilidad y empezaba una aburridísima y triste clase de prosodia, pero la verdad es que a los aburridos e indiferentes cipreses les gusta el silencio de los columbarios, las raudas y los cementerios, porque son árboles que no tienen ninguna habilidad social y ya se sabe, un árbol sin ese atributo lo tiene muy difícil en la vida y en la muerte.
Juan Yanes
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