Tenemos que hablar
.
Tenemos que hablar *
No me entiendes. No me entiendes en la medida que yo desearía que lo hicieses. No haces ningún esfuerzo por entenderme. Sólo me miras, como si estuvieras pasmado. No te das cuenta de que yo necesito la sensación de tener mi propia vida. No puedo ser un apéndice tuyo. No puedo estar pendiente de ti las veinticuatro horas del día. No puedo ocuparme de los más mínimos detalles: si comes, si no comes, si te duele esto o lo otro, si estás en la sala o en el dormitorio, si quieres salir a la calle, si quieres hacer el paseo habitual. Eres un impertinente, parece que coleccionas manías. ¿Por qué cuando salimos juntos vamos sólo y exclusivamente por las calles que te gustan, haciendo las paradas que tu quieres, como si yo no existiera? Luego aceleras cuando ves a alguien que no quieres saludar y me llevas a rastras. No tienes consideración. No te preocupas por mí. No tengo vida propia. No puedo salir de viaje, sentirme libre, sin tener que pensar en ti. Pero tú no me entiendes. Nunca me has entendido. Yo creo que nunca has entendido nada. Eres un ser egocéntrico. Todo tiene que girar en torno a ti. Deberías ser una persona y no un chucho asqueroso que me mira desde el fondo de esos ojos profundos llenos de sumisión e interesada gratitud.
Juan Yanes
(*) He copiado el título de un cuento de Javier Puche que es infinitamente mejor que el mío. Míralo aquí, si te apetece.
.
.
.
.
.
.
.
je, je, jé. A mi me califica de «autista».
Ay, qué esclavitud ésta, la del mundo canino. Un abrazo, NáN.