Una teoría de las palabras
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Una teoría de las palabras
Conozco un tipo que tiene una teoría sobre las palabras. Hay muy poca gente que tenga teorías sobre las palabras. Hay tipos que tienen teorías de cómo plantar champiñones en el sótano de las casas, o cómo industrializar el hilo de las telarañas… pero teorías sobre las palabras, después del maestro Saussure y el maestro Bajtín, no conozco ninguna.
Dice que las palabras las tenemos dentro, como si estuvieran en una habitación dentro del cuerpo. Siempre entran y salen por la boca y siempre están entrando palabras nuevas que buscan acomodo, a veces dándose codazos con las otras. Las palabras tienen unos rifirrafes tremendos porque unas se creen con derecho a existir y se lo niegan a otras. Yo no sabía que las palabras se hacen la competencia, pero el tipo este dice que sí. Según él, hay gente que tiene muchísimas palabras dentro y otra gente que apenas tiene un centenar. A veces las palabras nuevas las olvidamos y nunca más vuelven a salir de la habitación, se quedan inservibles dentro de nosotros. Cuando no hablamos las palabras se quedan descansando. Pero por lo general les gusta mucho salir a darse un paseo y lucir el tipo. Son muy noveleras.
Según la teoría del tipo este, de cada palabra hay un sólo ejemplar. Por ejemplo, de la palabra madre, hay una, como en la vida real, que entra y sale todas las veces que haga falta. Lo mismo ocurre con otras palabras lindas de nuestro idioma, como mar, amigo, azul, amor. También ocurre con las palabras antipáticas, como: gramática, icosaedro, glosemática, paradigma, semántica, superestructura, semema, tetrástrofo, semantema o estanflación (que ahora se va a poner de moda). Según la teoría del tipo este, lo dicho hasta aquí son algunos de los rasgos demográficos de su teoría.
Ésta se completa con los rasgos psicológicos o caracteriales de las palabras. La alegría sería el rasgo fundamental de la personalidad de la mayoría de las palabras. Cuando hablamos, las palabras dan saltos de alegría, hacen volatines, caminan sobre las manos, boca abajo, serpentean, hacen equilibrios sobre un alambre, dan vueltas de campana, hacen la vuelta del carnero, se caen, se levantan, se dan batacazos, patinan, corren a todo meter, nadan contra corriente, y luego regresan arrastrándose, hechas polvo, sudorosas, deshidratadas y van entrando por la boca para dentro y se van cada una a su cama, hasta que las volvemos a sacar. La teoría es más complicada, pero la termino otro día, ¿vale?
Juan Yanes
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