Aquel leve fulgor del estructuralismo
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Aquel leve fulgor del estructuralismo
Allá por los años sesenta, principios de los setenta estudiaba yo en una universidad de provincias en la que estaban de moda los estructuralistas. Los estructuralista de verdad, eran franceses, por supuesto. Si no eras francés era muy difícil que llegaras a ser un estructuralista de reconocido prestigio. Primero estaba la panda de los lingüistas, que eran legión y que elaboraban a partir de la fonología un tinglado de estructuras terrible: fonológicas, morfosintácticas, semánticas… Una especie de rompecabezas fenomenal. Por supuesto, despreciaban a los anglosajones que se dedicaban a una cosa super-pragmática llamada fonética. Después estaban los filósofos, pero aquí la cosa ya no era tan divertida porque los marxistas, que eran la mayoría del gremio filosófico, decían que los estructuralistas se cargaban la historia y la dialéctica y no sé cuántas cosas más. Se quedaban, es verdad, un poco atragantados con Louis Althusser y la ruptura epistemológica y quedaba claro —para los profes— que el estructuralismo formaba parte de la ideología pequeño burguesa… En esta síntesis imposible, finalmente, estaban los antropólogos estructuralistas, que se montaban unos tinglados fantásticos con la cuestión del parentesco y los tipos de familias. La teoría del parentesco nos servían a nosotros —que estábamos obsesionados con follar como locos— para argumentar delante de nuestros padres, de nuestras madres, de la autoridad competente y delante del ordinario del lugar, si tenías la oportunidad, de la necesidad de cambiar de modelo de familia y de establecer otro tipo de relaciones afectivas. El colmo de nuestro fervor estructuralista llegó cuando comprendimos que la cultura humana había empezado cuando aquella horda de monos paso de lo crudo a lo cocido, pasó de la promiscuidad a la prohibición del incesto y pasó de dejar tirados a sus semejantes cuando morían, a enterrarlos. Follar, no follamos mucho, todo hay que decirlo, pero yo me acuerdo con nostalgia de aquel leve fulgor del estructuralismo.
Juan Yanes
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