Lo que ella le decía
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Lo que ella le decía
Bueno, le decía ella, vete hasta la plaza y te sientas un rato a ver pasar a la gente, así te entretienes y no estás aquí dándome la lata. Ten mucho cuidado dónde pisas no te vayas a caer otra vez y te fastidies una cadera o te rompas la crisma, que es lo típico de los viejos bobos como tú, que tienen que empezar a aprender a andar. Él, podía reproducir el tono exacto de sus reproches y advertencias. Luego volvía a casa y durante la comida ella continuaba diciéndole cosas, lo bueno que era el potaje de zanahorias para la vista y la cantidad de calcio que tenía el queso de flor, las espinacas y las avellanas. El calcio es fundamental a tu edad. Ahora vete a dormir la siesta, que yo me quedo a ver el culebrón de la tele. Recuerda que cuando te levantes de la cama no lo hagas como si tuvieras 20 años. Te sientas en el borde y esperas un rato hasta que la cabeza coloque todas las cosas en su sitio. Él se iba a dormir la siesta y ella recogía la mesa y se iba a ver la tele. Y así, hasta la noche. Los sábados por la mañana él iba al cementerio a llevarle flores. Tiraba las flores marchitas de la semana anterior, limpiaba un poco las telarañas y el polvo que había sobre la lápida y ponía agua en el jarrón, siguiendo, en todo momento, las instrucción que ella le dictaba desde el más allá.
Juan Yanes
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Te iba a decir un montón de cosas bien «mexicanas».
Después repensé, simplemente volviste a escribir bien bonito.
RRS
PD. Las «cosas» eran del estilo «Pinche Juan, me hiciste chillar».
O, ya en materia, ¡No seas cabrón, pinchi Juan, hiciste que me acordara de nuevo!
Y así, hasta el infinito. Pienso que, como ya conoces México, no te sentirás ofendido.
Si es así, pido disculpas. Pero es que a ratos le tocas a uno la fibra sentimental.
Después de que Don Octavio pontificara sobre las sesenta o setenta acepciones de «chingar», me declaro incompetente en asuntos de la Chilanga Banda.